Un Problema de Perspectiva: la Elección del Rector en la UNAM

Las Revueltas de Silvestre

Por Silvestre Villegas Revueltas

Hoy hace dos semanas, el equipo editorial de Misión Política (de ahora en adelante MP) entrevistó a Emilio Vizarretea, académico de la Facultad de Ciencias Políticas acerca de los rumores en torno a estarse cocinando una candidatura para ocupar la rectoría de la UNAM en la persona de John Ackerman, investigador del Instituto de Investigaciones Jurídicas y según MP, persona cercana a los afanes de MORENA y de la Presidencia de la República por controlar a la UNAM, a través de “uno de los suyos”. El sentido de las preguntas hechas por la revista y las respuestas de Vizarretea, en mi opinión, me parecen tendenciosas, pero sobre todo traslucen un vago conocimiento de “las formas, costumbres, lenguaje cifrado y aversiones” que tiene la comunidad universitaria, y en particular los catorce “notables” que componen la Junta de Gobierno de la Universidad.

Vamos por partes, como diría Jack el Destripador. Es una verdad de Perogrullo que los gobiernos mexicanos y en particular la Presidencia con su Secretaría de Gobernación se han inmiscuido en los problemas de la UNAM y particularmente con la elección de su jefe nato, el Rector –de acuerdo a la legislación universitaria. Asimismo, es ampliamente conocido en el mundillo universitario que, por ejemplo, el doctor Ignacio Chávez no tenía las simpatías del entonces presidente Gustavo Díaz Ordaz y que desde las alturas de Los Pinos se maniobró para crearle conflictos estudiantiles que culminaron con la renuncia del eminente cardiólogo. Durante las siguientes décadas, a partir de Guillermo Soberón y pasando el tiempo político con los rectores Rivero Serrano, Jorge Carpizo, José Sarukhán, todo ellos llegaron al piso 6 de la Torre de Rectoría porque hubo un entendimiento entre la institución y los diversos gobiernos priistas que se sucedieron. Ello no quiere decir que no hubiese fricciones y hasta rupturas como sucedió entre el rector Barnes de Castro y el presidente Zedillo que por su omisión ejecutiva provocó que el anarquista movimiento del CGH estuviera a punto de acabar con la UNAM. En medio de la debacle asumió el cargo Juan Ramón de la Fuente -de todas las confianzas del presidente- y durante las administraciones panistas, Fox y Calderón, debido a su propio perfil universitario, porque en sus respectivos gabinetes los unamitas eran una minoría, y también hay que decirlo, por un respeto hacia la institución dejaron que las cosas pasaran. El rector psiquiatra, el rector médico cirujano (José Narro) y el rector odontólogo (Graue Wiechers) disfrutaron y maniobraron con los presidentes mexicanos del siglo XXI y sus gabinetes, amén de presentaciones en la Cámara de Diputados para obtener presupuestos, facilidades y una especie de vacuna en el accionar político que en los últimos 19 años ha beneficiado a las dos partes. Por todo lo anterior expuesto, sin entrar en los oscuros detalles de rectorados como el de Barros Sierra y González Casanova, podemos afirmar sin sonrojarnos, que en términos generales los presidentes mexicanos y sus gabinetes siempre han tenido algo que ver, mucho y muchísimo, no solamente con la elección del rector sino con el desarrollo de los rectorados; por lo anterior, no sería raro que AMLO quisiera seguir los mismos pasos con un candidato propio, que pudiera ser el abogado Ackerman u otro cercano a las posturas morenistas. Que ello le traiga problemas a la UNAM…puede o no ser, pero de ninguna manera es algo novedoso como lo plantea una de las preguntas ejes realizadas por Misión Política.

Segunda vertiente interpretativa sobre la elección del rector. Casi puedo asegurar que al menos cuatro quintas partes de los miembros que componen la Junta de Gobierno de la UNAM no votaron por López Obrador ni por MORENA en las pasadas elecciones presidenciales. Ello no quiere decir que sus miembros sean sumisamente priistas o parciales del panismo, aunque muchos se identifiquen con los colores azul y blanco; de lo último puede considerarse que los gobernadores universitarios no serían oídos fáciles respecto a los afanes presidenciales pero sí receptivos de lo que pudieran opinar el ahora embajador ante la ONU, De la Fuente y el exrector Narro Robles, que hace poco cantó la palinodia respecto a las condiciones en que se desarrolló la contienda interna para la elección del presidente nacional del PRI. Los “notables” de la Junta de Gobierno, en algunos momentos han sido gobiernistas hasta la ignominia, pero en la actualidad, en las elecciones de directores han sorprendido a la comunidad universitaria designando a jóvenes académicos, un poco menos maleados que los pro-hombres allegados a la alta burocracia universitaria. Yo creo que si el doctor Graue quiere reelegirse solamente tendrá que hacer una modesta campaña de coherencia, entre aquello que propuso para desarrollar en sus primeros cuatro años y lo que debería culminar en una segunda gestión. Los universitarios hemos apreciado de los últimos rectorados que hayan puesto a la UNAM en una tesitura de no comprometerse con ninguna de las últimas figuras presidenciales. Sin embargo, la misma comunidad académica ha visto con preocupación que males nacionales como la inseguridad ha llegado a los campus universitarios. Quienes, como yo, durante décadas hemos trabajado para la Universidad, de la que puedo afirmar es una madre muy generosa, la contemplamos a ella como un pequeño México de luces y sombras. Que se debe a la nación y que el gobierno nacional debe apoyarla; meterla en elucubraciones calenturientas no le hace bien a ninguna de las dos entidades mexicanas y revela la cortedad de miras de quien las formula.

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