Por los Caminos del Conquistador, del Brazo de Hernán Cortés

Reportaje

Por Susana Vega López, Enviada

LA ANTIGUA, Ver.- Es el lugar donde Hernán Cortés amarró sus naves a un gran árbol o ceiba el 22 de abril de 1519 que, a la fecha luce majestuoso, con ramificaciones a ras de suelo que se extienden por más de 20 metros e invitan a recargarse para disfrutar de su sombra; allí se encuentra la Casa de Hernán Cortés donde la raíz de los amates cubre las paredes que quedan de esta edificación construida hace 500 años por orden del conquistador quien convenció a los aborígenes de ser un enviado de Dios: La Antigua Veracruz.

Los cuartos se irguieron con piedra de coral, tabique y piedra bola mezclados con un amasijo de miel, concha de mar, baba de nopal, caracol y ostión. Allí, comentan, se guardaba el oro que era llevado a España. Constaba de 23 habitaciones y en una de ellas, la que luce más ventanas, Cortés pernoctó algunos días.

Se observa un horno de piedra bien conservado y en el patio se encuentra un cañón que pesaba más de cinco toneladas, pero que la corrosión y el paso del tiempo le ha mermado dos toneladas; representa un vestigio de que se defendían de los piratas.

La entrada al público es gratuita, aunque algunas personas piden donación voluntaria para conservar la casa que se puede visitar a cualquier hora, pero si quieres la explicación de un guía, será en un horario de 9:00 a 18:00 horas para que te enteres de la historia.

Parte del camino a esta casa ya está pavimentado y lucen las características letras de colores que las alcaldías mandan hacer para anunciar su sitio, en este caso, La Antigua.

Al paso, se venden cocos bien fríos, bolis (congeladas o hielos de sabores), café, dulces típicos y artesanía de escamas de pescado y palma. En los restaurantes se ofrecen plátanos rellenos de mariscos, langostinos, crema de camarón, filetes de pescado y camarones en diversas preparaciones: al ajillo, a la diabla y empanizados. ¿Gustan?

Una de las características que resaltan de este destino es el Puente Colgante que conecta La Antigua con otras comunidades. Se cuentan muchas historias de los otros puentes que antecedieron al actual y que fueron derribados por el creciente caudal del Río la Antigua.

El río Huitzilapan es un majestuoso e imponente cuerpo de agua que nace en Cofre de Perote y que al pasar por el poblado adopta el nombre de Río La Antigua, un valioso aliado para refrescar el clima. Ahí, la población suele pescar robalo, mojarra, lisa y bobos. Se dice que, en su ruta a Zempoala, Hernán Cortés fue acompañado por el historiador Bernal Díaz del Castillo quien resaltó las características de este río en el que se hace el avistamiento de aves que dan vida, color y sonido.

La Antigua posee una biodiversidad extraordinaria que maravilla a los visitantes. Se siembran árboles frutales como tamarindo, mango, zapote, ciruela, aguacate, anonas, plátanos y el clásico cocotero. También se siembra caña de azúcar, frijol y cacahuate.

Es una zona rica en naturaleza donde los turistas pueden pasear en lancha para arribar a un criadero de cocodrilos moroleti donde se vende todo del animal: la carne, la piel, los colmillos.

En días pasados los pobladores fueron testigos de la celebración del Día Internacional de los Pueblos Originarios en donde participaron integrantes de las diversas etnias que habitan la región. Las tradiciones y la cultura en esta parte del país es rica, variada y de suma importancia.

La Antigua es un lugar con historia, leyendas, usos, costumbres y tradiciones que son un gran atractivo turístico.

CHACHALACAS

A casi media hora de La Antigua se encuentra Chachalacas, un lugar semi virgen. Si te gusta la aventura y la adrenalina, no dejes de ir a este destino para vivir una experiencia inolvidable como pasear a bordo de una cuatrimoto por las dunas, entrar a un pequeño, pero espeso bosque, y volver a salir a estos montículos de arena que el viento mueve a capricho para, desde lo alto, descender a la velocidad que desees. Y como complemento, la vista al mar.

La zona de dunas se muestra interminable, la arena en forma de una cadena montañosa se calienta por el calcinante sol, por lo que se recomienda ir o muy temprano o ya al atardecer, con ropa ligera, lentes oscuros, pamelas o sombrero, tenis, botas o zapato cómodo (pero no con “chanclas”) para que el camino sea agradable.

Claro que si lo tuyo es algo más tranquilo puedes caminar descalzo a la orilla de la playa para sentir la fina arena color café y el agua tibia que moja los pies; juguetear con las olas a la orilla del mar, disfrutar el cálido clima, comer antojitos que venden a lo largo de la playa acompañado de alguna refrescante bebida.

Y si prefieres el agua, súbete a una banana y  experimenta la brisa del mar, la velocidad de la lancha y la inevitable caída a las cálidas aguas –si así lo pides-. Cabe resaltar que las medidas de seguridad son extremas con el uso de chaleco obligatorio, además de contar con un seguro como medida de protección para los paseantes. También puedes visitar los arrecifes y esnorquear para ver peces de colores, formaciones parecidas al cerebro humano o a los cuernos de un alce, erizos por doquier, y la clásica huida del pez chico correteado por uno más grande.

En Chachalacas habita un ave ruidosa que lleva el nombre del lugar. Son aves de ala gris-verde pardo y tornasoladas en la cola, de la familia de las gallinas que viven en los árboles. Son muy escandalosas pues emiten sonidos que llaman la atención. Dicen que su canto agudo es un grito, una repetición de su nombre: cha, cha, la, ca de manera interminable; de allí que se compare a las personas que hablan mucho con las chachalacas.

Es conveniente resaltar que no obstante lo atractivo que es el lugar, los visitantes son pocos y bien estaría para el gobierno del estado desarrollar productos turísticos para atraer más.

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