Cine y Crimen

La Tiendita de los Horrores

Cine, Ficción y Delincuencia

Por Emilio Hill, Tercera parte

Lo prometido es deuda. Tercera y última parte sobre un tema que está de algún modo en la agenda nacional: el crimen y el universo de la ficción. Asunto relacionado casi desde los inicios de nuestra cinematografía, basta recordar el clásico silente El Automóvil Gris (Enrique Rosas, 1919). La película era contada de forma episódica y en 1933 fue sonorizada y reeditada.

Este filme, cuenta la historia de una banda que existió en la realidad y que asoló a las buenas conciencias –los fifís pues- en 1915, debido a una serie de asaltos que cometieron.

Esta película fue producida por la diva Mimí Derba vía  Azteca Films, de su propiedad, junto con el propio Rosas y un general carrancista  Pablo González, del cual se supo años después,  estaba involucrado como jefe de la banda de delincuentes del famoso automóvil gris.

La película tiene varios puntos interesantes a nivel cinematográfico, uno de estos, es el hecho de mezclar escenas de ficción, con momentos reales, como los del fusilamiento de los delincuentes.

Si consideramos que el general González era miembro del grupo delincuencial, el asunto resulta tétrico. Por lo demás, es uno de los filmes más importantes de nuestra cinematografía.

Pero es momento de dar un salto importante en el tiempo. No todos los temas sobre delincuencia pertenecen al género documental o a una ficción que contribuya a las buenas causas que dan calidad a nuestra cinematografía. El cine de barriada   forma parte de nuestra historia y no se vale discriminarlo.

Las décadas de los setenta y ochenta pueden aportar buenos ejemplos. Época difícil, algo satanizada por exquisitos analistas cinematográficos, hace falta una recopilación seria sobre esos tiempos de nuestra filmografía.

Era la segunda mitad de los setenta, habían pasado dos décadas  de la llamada Época de Oro, que termina a finales de los cincuenta y  hay dos líneas claras que sigue el cine nacional: el co producido por el gobierno, que pugna por cierta calidad y lanza o consolida carreras de directores como Arturo Ripstein, Jorge Fons, Jaime Humberto Hermosillo y Felipe Cazals y el de línea comercial. Que es el que hoy nos ocupa.

Y ahí están títulos como Contrabando y Traición: Camelia la Texana (Arturo Martínez, 1975). Ana Luisa Peluffo interpreta a una suerte de anti heroína violenta que por amor casi pierde todo, hasta la mota y que es un antecedente ya no digamos de la plástica Reina del Sur, interpretada por Kate Del Castillo en una conocida telenovela, basada en el libro de Arturo Pérez Reverte, sino de un ícono nacional: Lola la Trailera, encarnada por la fenomenal Rosa Gloria Chagoyán. En el papel de Emilio Varela, aparece un muy joven Valentín Trujillo. Tiene secuela y toda la cosa: Mataron a Camelia la Texana (Arturo Martínez, 1976). Es el corrido pues, llevado a la pantalla grande.

Este tipo de películas, resultaban el susto y escándalo del sector intelectual del análisis cinematográfico. Por supuesto las clases medias imbuidas por Hollywood ni de lejos acudían a ver estos filmes. Éxito asegurado en barrios populares de la capital, el interior de la república y con los paisanos de Estados Unidos.

Un clásico y a la vez verdadera curiosidad, es El Fiscal de Hierro (Damián Acosta Esparza, 1989). Suerte de cop-film, en el que un justiciero, por supuesto Mario Almada en uno de sus papeles emblemáticos, está dispuesto a enfrentar a una familia de delincuentes. La película, sigue la tradición del cine hiper violento al estilo Don Siegel con su Harry el Sucio, con un airecillo a serie B.

Acompañan a don Mario, quien ya para entonces rebasaba las cinco décadas, pero se mantenía como héroe de acción mexicano, Lucha Villa y Norma Herrera. Como dato curioso, actúa también, el tristemente célebre Juan Moro Ávila, quien poco tiempo después sería detenido por ser uno de los responsables del asesinato del periodista Manuel Buendía.

La película tiene secuela y todo: El Fiscal de Hierro 2: La Venganza de Ramona (Damián Acosta, 1990). Y es que la filmografía de don Mario es más larga que mañanera en lunes.

Otro título emblemático de Mario Almada   es El Silla de Ruedas (Damián Acosta Esparza, 1991). El cine popular, daba con este título y algunos otros, la batalla, en medio de la penetración masiva de Hollywood y de la llegada de lo que se mal llamó Nuevo cine mexicano, que a principios de los noventa lanzaba directores como Alfonso Cuarón, Guillermo Del Toro, Carlos Carrera y María Novaro. Algunos por aquellos años presentaban su Ópera prima, otros, se consolidaban.

El Silla de Ruedas, es un pleito entre mafiosos. El padre de familia, cual Padrino y, además, discapacitado, tiene un claro sentido de la lealtad, pero sus juniors le salen medio babas y ahí comienza la película. Armando Araiza y Rodrigo Vidal completan el cuadro. No pues así como.

Ya en 2010, Luis Estrada presenta El Infierno. Acertada crónica con dotes de agudo humor sobre la violencia del narco en un pueblo como metáfora social y nacional. El filme está en otro rubro del cine popular.

La película consolidó carreras como la de Joaquín Cossío en el papel de El Cochiloco. Asunto que dicen los que saben, ya lo tiene algo harto.

Cine y crimen, tan largo asunto como la historia de la cinematografía.

Y sí, como dirían Los Tigres del Norte: De Camelia nunca más se supo nada.

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