¿Yo ero un héroe?

La Tiendita de los Horrores

Por Emilio Hill B.

El público -esa entelequia- toma un súper poder prematuro, mayor que el de cualquier mutante o habitante de otro planeta: decidir el resultado y calidad de un filme antes de siquiera de verlo.  En medio de un verano cinematográfico prematuro, el viernes 8 de marzo llega el esperado estreno de Capitana Marvel (Anna Boden, Ryan Fleck, 2018), lo cual alarga la temporada de largometrajes, precedidos antes que nada de fuertes campañas de publicidad, hasta el mes de agosto con The new mutante (Josh Bone, 2019)-. Seis meses de puro blockbuster.

Y a la par de este fenómeno publicitario y de consumo –en mucho menor grado cinematográfico- hay un co-relato: el de la aceptación y/o rechazo que las redes sociales arman en torno a una película. No es un asunto menor, ya que las filias y las fobias que surgen en torno a este universo alterno han hecho que un largometraje triunfe o se hundan en el fango.

Lo anterior viene a cuento ya que de manera sorpresiva, sobre todo en los últimos días, Capitana Marvel ha sido motivo de controversia por amargos haters (rabiosos defensores del insulto digital) pero también de la defensa de los más acendrados fans del Universo Marvel. Hay un factor que los une y los hermana: ninguno ha visto la película.

Estas campañas en realidad son un gran negocio para los estudios cinematográficos, ya que significan campañas gratuitas para el filme. No importa que se hable mal de una película siempre que esté en boca de todos. Lo que sí pone de manifiesto son los nuevos usos y costumbres del consumo cinematográfico. Las franquicias pues, convencen a los convencidos y confirman el odio de quien ya lo tiene de antemano. Ver el largometraje a estas alturas, resulta lo de menos. Por supuesto, lo anterior puede ser un arma de dos filos.

Otro factor interesante se desprende de este fenómeno: el divorcio del consumidor fílmico de la crítica. Con todo y la polémica en redes, Capitana Marvel ha tenido comentarios equilibrados en la mayor parte de las reseñas estadounidense, que no la han odiado, pero tampoco la consideran un producto estrella de la serie.

Todo lo anterior viene a cuento porque la polémica desnuda una metacrítica que responde primero al consumo y odios viscerales y luego al impacto que resulte de ver el largometraje.

A pesar de esto, sería difícil, que no imposible, pensar que el filme de la heroína casi desconocida todavía hace algunos años, no resulte en la taquilla. Aunque la industria se ha llevado sus tropiezos, basta recordar al filme que es considerado por historiadores y críticos como uno de los peores en toda la historia de la cinematografía estadounidense: Batman y Robin (Joel Schumacher, 1997). Tal honor, lo comparte con Superman IV (Sidney J. Fury, 1987) realizado más como producto de serie B, y gracias, o mejor dicho por culpa de Christopher Reeve. En descargo de esta película, su estreno coincidió con The Living Daylights (Jogn Glen, 1987) filme número 14 de la franquicia oficial sobre James Bond, y que para colmo estrenaba actor en el rol: Timothy Dalton.

En el mismo caso, el del fracaso cinematográfico, luego de una fuerte campaña publicitaria, se encuentra la mal lograda Popeye (Robert Altaman, 1980). La película protagonizada y peor lograda por Robin Williams, era una suerte de slapstick (comedia física) musical, que se antoja algo adelantado para la época.

Un caso más: Flash Gordon (Mike Hodges, 1980). La canción de la ahora otra vez famosa banda Queen prometía y adelantaba un éxito en taquilla. Cosa que no sucedió al grado que la secuela fue cancelada.

Pero los anteriores fracasos fueron antes de la era post apocalíptica de las redes, en la que la sociedad líquida, para citar a Umberto Eco, se aferra a una creencia antes que a una percepción objetiva. Capitana Marvel, es un claro ejemplo de un producto de consumo que calienta motores en redes y que el resultado del filme es lo de menos: la odian y la aman los convencidos de antemano. Si a esto le agregamos que es de las pocas heroínas del universo Marvel, hasta asunto de equidad de género tenemos.

¿Y la labor del crítico ante este fenómeno? La pregunta se responde con una frase que puso de moda el pedestre Gaspar Henaine Capulina en una serie transmitida a finales de la década de los ochenta: Yo ero un héroe.

P.D:

Por cierto, don Gaspar también tuvo su respectiva película de súper héroes: Santo contra Capulina (René Cardona, 1968) donde el ex amigo de Viruta (en el filme ya sale sin su compa) ¡es el villano!

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