Los Dados de Dios

No Surca el mar Sino Vuela… el Huachicol Bucanero en México

  • *El Nuevo Rubro de la Extensa Piratería
  • *Otra Amenaza al Crecimiento Económico
  • *¿Sale de Veracruz, Tabasco o Campeche?

Por Nidia Marín

“Bajel pirata que llaman / Por su bravura el temido / En todo el mar conocido/ Del uno al otro confín…”, decía el poema “Canción del Pirata” de José de Espronceda.

Y viene a cuento porque hoy, los piratas surcan los mares mexicanos. Son “nuestros bucaneros”, nativos de cualquier entidad federativa, proclives al robo y a eludir al fisco. Hay un nuevo rubro: los combustibles.

Estos nuevos tramposos, engrosan las filas de los otros filibusteros al menudeo, aquellos que ahora forman parte de la clase media gracias a la venta callejera de productos robados o comprados en el mercado negro.

El propio Andrés Manuel López Obrador dijo la semana pasada, que el robo de gasolina también viajaba por uno de nuestros grandes mares: el Golfo de México. ¿De dónde procede? ¿De Veracruz, Campeche, Tabasco o Tamaulipas? No pasará mucho tiempo sin que nos enteremos.

Por lo pronto, la Marina Armada de México se encarga del asunto. Está en buenas manos, son profesionales.

Pero nuestros piratas en tierra han continuado su camino, avalados siempre por algún partido político que los protege, no obstante que la piratería es un delito tipificado en el Código Penal Federal, en los artículos 424, 424 Bis y 424 Ter. Por ejemplo, el 424 Bis sanciona a quien produzca, reproduzca, introduzca al país, almacene, transporte, distribuya, venda o arriende copias de obras, fonogramas, videogramas o libros y “se impondrá prisión de tres a diez años y de dos mil a veinte mil días multa”.

Hace unos años la Universidad de las Américas, en Puebla, mencionó que en nuestro país hay “películas piratas, bolsas piratas, ropa pirata, música pirata y cualquier producto o servicio que se esté vendiendo sin la autorización del titular de una marca o de un derecho de autor (y en algunos casos patentes, además de otras figuras en materia de propiedad intelectual)”.

Bueno, hoy también está la gasolina y otros carburantes que lo mismo se venden en la calle y se trasladan por carretera que, ya nos enteramos, también navegan por nuestros mares, hasta ahora por el Golfo, pero ¿y el Pacífico? Tendrán que investigar.

Aquel trabajo universitario de Marcela Corro Priego refería nuestro problema cultural (y nosotros le agregaríamos de impunidad) porque especificaba:

“Sabemos que robar es malo, y condenamos al que lo hace. Sabemos que la piratería es ilegal, pero nuestra actitud ante ella es diferente”.

También precisaba:

“Algunos justifican la piratería por cuestión de capacidad adquisitiva. Es decir, si una persona apenas y tiene para subsistir con el salario mínimo, como reprocharle que compre una película 10 pesos, cuando en las tiendas valen 300 pesos. Lo interesante es que el consumo de la piratería no tiene clases sociales, ya que, sin importar la clase social, muchas personas adquieren muchos de estos artículos, aun tendiendo la capacidad económica para hacerlo. Policías, jueces, estudiantes, profesionistas, profesores, entre muchos otros, compran piratería”.

Otras instituciones, como el Centro de Investigación para el Desarrollo, A.C. (Cidac), también llevó a cabo investigaciones en la materia. En 2014 señaló:

“Según la UNESCO la “piratería” abarca desde la reproducción hasta la distribución ilegal de copias no autorizadas de productos protegidos por el derecho de propiedad intelectual, además de aquellos productos que no cumplen con las disposiciones legales para ser comercializados.

“La piratería es una seria amenaza para el crecimiento de la economía, las finanzas públicas y las empresas formales que se enfrentan a la competencia desleal de estos productores. Asimismo, el comercio de bienes falsificados está estrechamente ligado con la operación de redes globales de crimen organizado.

“La piratería también representa riesgos directos a los consumidores ya que su ausencia de controles de calidad muchas veces trae consigo peligros, sobre todo en productos relacionados directamente con la salud (por ejemplo, medicinas).

“El consumo de la piratería es una consecuencia de la debilidad del Estado de Derecho y tiene un estrecho vínculo con la corrupción y/o la inseguridad a la que se enfrentan las empresas en México.

“Es significativamente menos viable que la piratería penetre cadenas de valor y canales de venta altamente centralizados, como supermercados o tiendas departamentales –a diferencia, por ejemplo, de los mercados y los tianguis, donde el 70% de la población adquiere los productos imitación o pirata.

“En 2014, el mercado sombra de la piratería podría costarle al país más de 43 mil millones de pesos, aproximadamente el 34% del recorte presupuestal anunciado por la Secretaría de Hacienda y Crédito Público en 2015. Esto sin contar el valor de las incautaciones, las pérdidas en empleos, recaudación y los impactos en la salud y la seguridad de los consumidores”.

Pues bien, en lugar de contraerse el mercado, ahora resulta que ya tenemos a los piratas del huachicol.

¡Qué vergüenza!

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